AGUJEROS
Les voy a hablar de un pueblo donde se hicieron tan viejos como pudieron, se llenaron de arrugas y olores por un motivo: son conformistas. Allí creen que están preservando sus tradiciones. Errados. No lo hacen, solo repiten acciones, acciones que se volvieron automáticas.
Caracterizados por cierta inercia social y aterrorizados por el cambio, desde una vista aérea parecen encerrados en galpones. Día a día cosen sus costumbres con hilo y aguja, fortaleciendo entre las costuras los agujeros negros. Agujeros que, unidos uno al otro, después forman grietas. Costumbres, acciones automáticas, agujeros negros. Acciones automáticas: se sienten felices.
Siempre a la misma hora y como es costumbre, en este pueblo los atunes pasan con el viento. La vida está en las calles; la muerte está en la iglesia.
Giran y giran aquellos que conformes van hacia la ruleta rusa. Aquellos que adoctrinan sus cabezas, siempre listos para comer y dormir.
Al parecer, es uno de los alimentos cultivados por tradición lo que adormece su cerebro. Al parecer, es una sustancia que anda suelta en el aire. La sustancia y las grietas cada vez más negras son las que los ancla, los entierra, los hace inmóviles. Y deforman así poco a poco sus siluetas.